Como sabéis yo he ido y vuelto, pero mi equipaje no. Aún sigo esperando... Ese capítulo queda en pause hasta futuras novedades. Paso a contaros otro tema "calentito": el orfanato.
El objetivo del viaje era pasar un mes como voluntaria en un orfanato de niños con discapacidad llamado Camillian Home, fundado en 2006 por un cura italiano. Tras buscar por la red el tema de voluntariados, dimos con una página: www.voluntariosenelmundo.com. Tenía (y tiene) muy buena pinta. Llamamos, nos atendió una chica, Reyes, muy amablemente, nos contó por encima en qué consistía el voluntariado de Bangkok, nos mandó preciosas fotos del centro y nos vendió la moto. Así, tal cual.
Tras el ingreso de 250€ empezó a darnos información (copia y pega de la wikipedia: capital de Tailandia, número de habitantes...). Aquellos 250€ eran en concepto de "gestión" (todos sabemos que copiar y pegar de la wikipedia supone un gran esfuerzo), otra parte de ese dinero iba para el orfanato: para cubrir nuestro alojamiento y manutención (supuestamente), y otra parte para nuestro traslado del aeropuerto al orfanato, cosa que finalmente no fue así, ya que tuvimos que apoquinar 30€ cuando allí llegamos...empezábamos mal.
Tuvimos que mandar el currículum en inglés, teléfono y dirección de email de dos conocidos nuestros (para corroborar información), entrevista por email...parecía que íbamos a entrar en la Universidad de Harvard!!! Tras el proceso de selección, nos admitieron. Todo pintaba bien...ilusas...
Al llegar al orfanato nos esperaba Faisal, el coordinador al que nunca más volvimos a ver, se ve que lo suyo era coordinar en la distancia. Ni un abrazo, ni un beso, ni un apretón de manos. Nos monta en una furgoneta y nos lleva a comprar agua, de allí al orfanato de vuelta (o eso creímos nosotras, pues era lo que Reyes nos había dicho, que nuestra habitación estaba en la tercera planta junto a las de los niños).
Nos dejó en una casa de iguales características que el orfanato: fachada verde y edificio de 3 plantas. La habitación apestaba, el baño más. Mosquiteras rotas que dejaban entrar a todo insecto del lugar. No había sábanas ni toallas (Reyes nos había dicho que sí había). Deshicimos el mini-equipaje y tratamos de pillar wifi para conectarnos y avisar de nuestra llegada. No había red. Salimos a la puerta, tratamos de rodear lo que nosotras creíamos que era el orfanato y vimos que estábamos en mitad de la nada: cientos de mosquitos volaban a nuestro alrededor (estábamos entre arrozales), oscuridad casi absoluta, ni rastro de las habitaciones de los niños... Comenzamos a andar por un camino de tierra: chabolas a ambos lados, olor nauseabundo a aguas estancadas, un basurero justo al empezar el camino, ni un alma, sólo sapos croando. Después de 15 minutos caminando llegamos a una carretera principal y allí, justo al otro lado, ¡estaba el orfanato!. Alucinamos. Continuábamos mal.
Aquí van 2 vídeos de parte del camino, visto desde ambos lados. El primero es saliendo de la casa, y el segundo saliendo del orfanato.
Abrimos una reja y en el orfanato nos colamos. Conseguimos conectarnos y hacer llegar nuestras primeras impresiones. Teníamos un email de Reyes interesándose por nuestra llegada, le comentamos lo ocurrido. Y nos volvimos por aquel camino a descansar, o por lo menos intentarlo.
Al día siguiente teníamos respuesta, Reyes nos decía que había hablado con Faisal y éste le había dicho que nos había informado de todo. Continuábamos mal, fatal. ¿Pero qué se pensaban estos dos?
Nuestra prioridad en aquel momento era recuperar nuestro equipaje. Fuimos al aeropuerto, preguntamos por él, pero nada, ni rastro... En caso de que apareciera, la dirección de entrega era la del orfanato, circunstancia que nos tuvo atadas de pies y manos a la espera de una llamada con buenas noticias desde el aeropuerto.
A la vuelta nos esperaba Alain, un voluntario francés de unos 50 años que vivía en Bangkok e iba 3 veces en semana al orfanato a echar una mano con el baño y alimentación de los 4 niños más limitados. Él, junto con un chico coreano que iba a jugar al fútbol con los mayores los viernes; y una chica francesa que se iba al sía siguiente de nuestra llegada, eran las 3 únicas personas ajenas al centro.
Justine, la chica francesa, nos explicó que allí nadie controlaba nada. El coordinador nunca estaba, y el personal se limitaba a hacer su trabajo sin tratar de conectar con los voluntarios. Ella había pasado su estancia yendo y viniendo a diferentes puntos del país haciendo un poco de turismo.
Alain se encargó de explicarnos el funcionamiento del centro, y él también fue quien nos dijo que nunca nadie había tenido que pagar ni 250 ni 1 euro por ir allí. Seguíamos con las malas noticias, ya era oficial que nos habían estafado.
Con él pudimos conocer a los 20 niños y niñas que allí viven, y al equipo de 30 personas que se encargan de su cuidado. Ninguno hablaba inglés, ni niños, ni personal, sólo thai. Pufff, dificultad añadida.
Lo mirábamos todo, lo observábamos al detalle...el equipo que tenían era estupendo, se organizaban muy bien, habitaciones y niños muy limpios y cuidados. Iban de un lado para otro haciendo caso omiso a nuestra presencia. Estaba claro: allí sobrábamos. No nos necesitaban. Tanto currículum y entrevista ¿para qué?.
Como digo, el hecho de haber dado la dirección del orfanato como punto de entrega para el equipaje, nos tenía allí amarradas. Pero nuestra labor como voluntarias era innecesaria, inexistente. Habíamos ido para nada.
Menuda desilusión. Menuda estafa. Menudo bajón.
Hay gente sin escrúpulos que por sacarse un dinero, juegan con la ilusión, el tiempo y el esfuerzo de otras personas. Por suerte no toda la gente que conocimos en Tailandia fue así, ¡ni mucho menos! Esto lo dejo para otro capítulo. En el que también os contaré cómo nos fuimos de allí.
Mil besos.